DAS OBSESSÕES

Ruth era una persona obsesiva, y ese rasgo de su carácter le hacía sufrir mucho, pues le impedía recuperarse tan fácilmente como otros de los desastres sentimentales, de las decepciones, de los contratiempos, de las pequeñas tragedias del día a día. Pero también gracias a ese rasgo trabajaba con entusiasmo hercúleo, entregándose a la cámara como a una amante y a los amantes como se fueran dioses, con una pasión de devota o incluso de mártir (en intensidad, al menos, aunque no fuera en duración). A lo largo de su vida, Ruth se había obsesionado com muchas personas, pero eso no quería decir que las hubiese incluido em su vida. A veces, sólo las miraba desde la distancia. Podía tratarse de amores platónicos, de estrellas desconocidas, de amantes de una noche, amigas. Personas a las que necesitaba para crear. Todo lo que Ruth había escrito, actuado, filmado, había sido concebido para alguien. Cada monólogo, cada encuadre, cada plano, tenían un destinatario.Pensaba en aquella persona cuando filmaba o cuando actuaba, y el hecho de saber que esa persona existía, que podría verla algún día, se convertía en el carburante que engrasaba su máquina de crear, de dar, de mostrarse, de comunicar. Pero Ruth no podía definir aquellas personas como inspiradores, sino, más bien, como espejos. Lo que escribía, filmaba o interpretaba estaba escrito, filmado o interpretado sólo para una persona, para nadie más, pero en el fondo estaba destinado para la propria Ruth. Sin la intervención de una tercera presencia no podía colocarse ni delante ni detrás de una cámara. Sus obsesiones eran como un catalizador. Necessitaba reconocerse en otro. Como si supiera verse a sí misma sin otro.

Desde ayer tú eres mi otro, mi hermano de sangre, si me aceptas. No pretendo, entiéndeme, suplantar a tu novia. No busco horarios ni exigencias ni ataduras ni compromisos. Aunque sea bien cierto que a veces los horarios, las exigencias, las ataduras y los compromisos son buenos substitutos de la seguridad que, al fin y al cabo, todos necesitamos. La necesidad de ser querido, y la seguridad de ser querido que se asocia a la rutina, a ese orden estructurado y predecible que se identifica con la felicidad y que es posible que la constituya (yo todavía no sé si la constituye o no, a mí no me preguntes: las relaciones abiertas son caóticas y minan emocionalmente, las relaciones cerradas y restrictivas acaban por anular y aburrir, ser o no ser libre, ésa es la cuestión). Yo sólo quiero verte, verte otra vez lo antes posible, si tú quieres.

Lucía Etxebarria em De todo lo visible y lo invisible